Venba: cocinando un plato de cultura, paternidad y crecimiento a fuego rápido. Hace más en una hora que otros en decenas
Qué lleno te deja algo tan conciso.
Hacía mucho tiempo que no me encontraba con una obra tan concisa que trate tantos temas bien y que consiga dejarme con un gran sabor de boca. Venba se sirve en plato pequeño, de esos que puedes degustar en apenas un par de bocados, pero que consigue dejarte lleno para el resto del día. Y seguirás pensando en su sabor durante mucho tiempo.
Venba camufla su historia como un juego de cocina, cuando realmente lo que menos hacemos en él es cocinar. De hecho, el acto propio de interactuar con los utensilios son más bien puzzles de deducción: descubrir qué ingredientes o acciones hay que realizar en un determinado orden. Y si te equivocas tendrás que empezar de nuevo. Ni siquiera se muestra realista o congruente cuando plantea tu interacción, porque no lo necesita: es sólo una excusa para que descubras la pasión por la cultura hindú que tiene la persona que cocina o la que ha escrito con cariño sus instrucciones en el libro de recetas. Todo está medido para que cada palabra, cada acción y cada plato sirvan a un propósito. Y en algo más de una hora habrás podido establecer vínculos muy poderosos con la familia protagonista del juego, con sus problemas culturales, sociales y familiares.
Es más importante el contexto en el que sea realiza el plato que el plato en sí. Te acordarás de ese día de verano en el que preparaste mano a mano con tus padres la comida, pero no tanto de su sabor. Creo que ese es uno de sus más poderosos mensajes.
Como quiero que lo juegues no voy a darte muchos detalles, pero simplemente te diré que en estos tiempos repletos de odio por otras razas y culturas, Venba hace mucho más de lo que muchos políticos podrían presumir. Una familia de India tiene que adaptarse a la vida en Canadá, y durante varias décadas hasta el presente viviremos su historia. Un niño que crece en Occidente y que se siente más arraigado a las vivencias de ese país que a las de sus raíces, con unos padres que no quieren desprenderse de ellas -como es normal-, demostrando la vergüenza que le provocan sus propios progenitores por sus costumbres. Unas pocas escenas hacen avanzar el tiempo varios años, todas ellas medidas con precisión suiza.
Yo mismo, que no soy padre, he sentido las puñaladas en el corazón que la pareja de padres protagonistas de Venba sufre con un simple comentario de su hijo. Con un rechazo laboral por su simple color de piel. Por una tarde dedicada en cuerpo y alma a preparar una estupenda comida para tu hijo, para que luego ni siquiera se presente. Últimamente hablo mucho de la madurez, quizás de descubrir muchas emociones que puede que antes pasara por alto en los videojuegos, o puede que sea cosa mía por eso de crecer -algo que todos hacemos queramos o no-. Esta es una de esas obras donde me he dado cuenta de ello.
Ese choque de culturas, fantásticamente representado, también es un viaje al crecimiento, a la paternidad, a la pérdida… y la maestría a la hora de narrar está en su precisión: con unas pocas frases es capaz de contar mucho, con una simple mirada o una escena -es un juego muy bello a nivel visual y sonoro-, con un plano, es capaz de contarlo todo. Y eso es mucho más difícil de lo que pueda parecer. Crear ese tipo de conexiones en tan poco tiempo es un videojuego, donde tienes que dejar que el jugador interactúe y siga sintiendo que no está experimentando otro tipo de obra, es complicado. De ahí mi total admiración por Venba.
Una recomendación total y absoluta: que no os eche para atrás su escasa duración, pues precisamente es uno de sus puntos más poderosos. Venba hace en una hora más que otros muchos videojuegos en decenas. Y también hace mucho con su mensaje, con su choque de culturas, con ponerse en el lugar del otro -en un mundo donde cada vez existe menos la empatía- y, por si fuera poco, establecer inquietudes universales.
Preparar el plato de comida es lo de menos.