Esta semana he tenido la suerte de volver a charlar con mi buen amigo Adrián Suárez en su podcast Nuevebits, a razón de un interesante tema en el que recomiendo que te sumerjas en cuanto puedas: ¿Dónde nace el concepto creativo primitivo de cada videojuego?
En los minutos donde reflexionamos y divagamos sobre este asunto también me encontré de bruces con un tema que ya había pasado por mi mente durante mucho tiempo: la arrogancia del crítico, analista u opinador en general. La altanería de la que casi cualquier pieza crítica sobre una obra parece tener, y que sobrevuela con orgullo el conocimiento de sus propios creadores. Y lo peor es que nosotros mismos, Adrián y yo, la hemos ejercido durante todos estos años, no sólo en análisis, sino incluso en las piezas más pequeñas que hicieron únicas a un medio como Mundogamers y con reflexiones que a menudo os comparto desde este espacio.
¿Por qué digo que es una práctica arrogante? Porque solemos escribir o hablar de una obra cuando nuestro cerebro cree haber encontrado el cómo. Cuando un videojuego me fascina (o todo lo contrario), mi mente se pone en marcha para encontrarlo; cuáles son las herramientas que han utilizado sus inventores para hacerlo funcionar, a qué conclusiones han llegado y quieren que lleguemos, en qué se desmarcan o se parecen al resto, qué aportan nuevo y qué me gusta o no me gusta. Un exceso constante de soberbia que sitúa al crítico en una posición superior a la de los autores, a poco que lo pienses.
Más allá de eso, cuando como crítico encuentras ese cómo, lo das por válido, te enorgulleces, lo compartes en tu pieza escrita con otro toque de jactancia. Has descubierto el truco. Y lo cierto es que no tienes ni idea y esto se ha visto (y yo mismo lo he experimentado) en charlas o en entrevistas con sus creadores: “¿a que esto que has hecho es por esto otro?” y la respuesta casi siempre suele ser “no”.
Pero esa también es la naturaleza de la crítica y, en realidad, por eso me encanta. Porque cuando yo hayo ese cómo y lo comparto con ilusión (y arrogancia, por supuesto), soy plenamente consciente de que es muy probable que no sea así. Es mi percepción, es mi contexto, es mi persona. Por eso la crítica jamás será objetiva y por eso también comparto siempre (con igual soberbia) que la subjetividad es lo que realmente debe apoyar la crítica; que debes seguir a autores con los que compartas algo, de los que seas consciente de sus manías, dejes, formas. Su cómo no es el real, pero cuando te lo cuente, lo será dentro de esa esfera construida entre ambos. Por eso, probablemente, me estás leyendo a mí ahora mismo, porque me entiendes.
La crítica a la crítica
Y no dejan de ser sorprendente los casos en los que alguien critica a la crítica y su autor se molesta. “Vuelve a leerlo porque eso no es lo que realmente trato de transmitir”. Es exactamente lo mismo que podrían responderle los papás de la obra que también ha criticado: “Vuelve a jugarlo porque eso no es lo que realmente trato de transmitir”. El arrogante crítico criticado, el animal mitológico más divertido de cazar - y que yo también he sido en tantas ocasiones- obteniendo su merecida medicina.
Con esto no quiero criticar a los críticos, ni a la crítica de por sí, sino todo lo contrario. Quiero transmitir que esa pluma arrogante termina siendo necesaria, porque es lo que nos permite disfrutar de diferentes puntos de vista y lecturas de una misma obra. Sería muy aburrido que la única interpretación válida fuera la de su autor, aunque en términos lógicos tendría que serlo. Es, de hecho, el momento en el que un videojuego -o lo que sea- pasa a ser realmente de dominio del público y no de su creador: la intención original, la real, el concepto que se ha construido durante su creación, deja de importar. Son tus impresiones, las mías, las respuestas y la soberbia al creer haber comprendido mejor que el otro lo que sigue construyendo la obra tras su finalización.
Si tenemos esto en mente podemos disfrutar de las críticas y opiniones altivas, que realmente pocas veces serán acertadas. Pero me encanta entrar en ese proceso y venir a contártelo, por ejemplo, y que estés de acuerdo, o no. La crítica es arrogante, pero necesaria y, oye, muy entretenida.
Aprovecho estas últimas líneas para hablarte de mi persona y de este espacio, por si te interesara. Habrás comprobado que el ritmo de artículos ha disminuido un poco este mes y, sobre todo, que las nuevas entregas del podcast. Es algo que comenté en el último episodio de Ruido, pero que con gusto vuelvo a contarte.
He comenzado una nueva e ilusionante etapa profesional en Xataka, el medio líder en tecnología y estilo de vida digital -hasta me puedes ver en vídeos diariamente en sus canales de TikTok e Instagram, con videojuegos incluidos-, y no tengo tanto tiempo que dedicar a escribir y a grabar. Como también dije en el primer programa, este espacio nace de la necesidad, y jamás voy a convertirlo en una obligación: la gracia de los textos y del podcast, de hecho, es que se realicen por puro gusto, cuando me apetezca, haya algo que contar y el tiempo me lo permita, alejado del ruido.
El ritmo decrecerá y puede que hasta se interrumpa, pero este sigue siendo mi espacio y me hace muy feliz acercarme a él, aunque sea con un texto semanal.
¡Gracias por seguirme y disfruta de los videojuegos!