Las mentes más creativas deben galopar por los campos más extensos. Que no encuentren barreras y, más importante todavía, que no prefieran acomodarse en su propio terreno antes que adentrarse en lo desconocido. Ya comenté que espero con muchísimas más ganas OD que Death Stranding 2, no porque no me fascinara Death Stranding, sino porque los años que resten a Hideo Kojima ideando nuevas obras quiero -egoístamente- que sean en llanuras inexploradas. También expresé mi descontento con la saga Zelda, que parece haber abrazado una idea que no desea soltar desde hace años.
The Last of Us: Parte 2 es una de las grandes genialidades del mundo de los videojuegos de los últimos años. Es una secuela, corriendo en su propia parcela, pero que se escapa más allá de la vista. Si la primera entrega es una clase maestra de cómo narrar a través del mando -algo que no puede emular una serie de televisión ciertamente inferior- su continuación abarca otro campo. El de incomodar al jugador, obligar a hacer lo que no quiere, hacerle reflexionar por tanto, establecer nuevos límites en las narices de los que solemos tener un mando en las manos habitualmente… Que Neil Druckmann y su equipo de Naughty Dog estuvieran trabajando en otra continuación hubiese generado en mi egoísta sentimiento de jugador lo mismo que lo comentado con Kojima. Quiero que esa genialidad corra más libre, que no se encorsete en un género, historia o personajes ya definidos.
Cuando el estudio también creador de la saga Uncharted decidió detener el desarrollo de un nuevo juego de The Last of Us, centrado en el componente multijugador en línea, salió a relucir -otra vez- mi sentimiento más interesado. El tiempo de desarrollo del que precisan ahora las nuevas grandes obras de la industria lo complica todo: son muchos años intensamente dedicados a una única cosa, por ende, una inventiva que no se concentra en una nueva idea. No me apetecía ver a Naughty Dog escarbar en esa tierra durante años. Pero el otro día, ante la que me pareció la mejor gala que he visto de The Game Awards, regresó mi sonrisa más interesada.
Neil Druckmann y Naughty Dog están trabajando en algo nuevo. Eso es. Unos años de ese prodigioso cerebro servirán a una obra completamente nueva. Es un estudio que ya demostró con The Last of Us: Parte 2 que centrarse en una única saga no implica que no puedan ir más allá, al igual que hizo durante muchos años Hideo Kojima con sus Metal Gear… pero sin vallas que sortear por el camino. Partimos de cero, el universo es enteramente de ellos para sorprendernos. Intergalactic: The Heretic Prophet tiene toda mi atención.
Sólo hemos visto un tráiler, pero nuestra propia imaginación ha volado junto a esa nave Porsche. Y ya que menciono esa marca de coches… ¿estamos presenciando una manera de que el estudio financie el desarrollo ante una industria cada vez más cara y complicada? Las marcas están presentes de forma más o menos orgánica en el cine, la televisión y otros medios, ¿por qué no puede pagar Porsche o Adidas por su presencia en Intergalactic: The Heretic Prophet? Por mí, bien, si eso permite que estos costosos y largos desarrollos respiren un poco más de oxígeno.
Pero por ser algo más romántico, me encanta cómo se construye una ilusión a partir de la nada. No hemos visto ni un ápice de lo que vamos a jugar dentro de unos años -espero que no muchos- de Intergalactic: The Heretic Prophet, pero simplemente con saber quiénes son sus responsables el anuncio resulta efectivo. Hace unos meses comentaba que necesitamos a las figuras de autor en los videojuegos, al igual que en otros medios. Es imperativo que nos emocionemos porque llegue a los cines la nueva película de Quentin Tarantino, al igual que porque Neil Druckmann está dando forma a su nueva criatura. Se llama madurar. Lo que antes era señalar a un autor por “ser egocéntrico” se lleva haciendo en otras vertientes desde hace décadas. Es algo bueno.
Naughty Dog vuela ahora en una nave espacial. Ha abandonado la guitarra de Ellie y mira hacia el espacio exterior junto a la cazarrecompensas Jordan. Nuevos límites se establecen ahora ante ellos, para nuestro gran gozo. Y vuelvo a insistir: en un medio que ya ha establecido que vamos a ver -prácticamente- una obra por década de cada gran estudio de desarrollo, es una buena noticia que los más ingeniosos no se encasillen. Esperaría con muchas ganas The Last of Us 3, al igual que lo hago con Death Stranding 2… pero Intergalactic y OD son los lienzos que comenzaron en blanco ante la intensa mirada de unos locos. Los genios que nos hacen mirar a las estrellas y soñar… aunque sea a través de una pantalla sin tener todavía un mando en las manos.